Quien dijo que amar es más fácil que matar o por el contrario que matar es más fácil que amar, muestra evidentemente que nunca ha querido matar un amor.
Muchos se preguntan, y me contagian de la duda, por que los amores tormentosos son los más difíciles de olvidar, pues no tengo mucho para decirles mas que estoy por comprobar que el hombre es masoquista por naturaleza.
Hablo de hombre como genérico para la raza humana pues este fenómeno masoquistemológico solo se presenta en esta especie, no he visto el primer animalito entusado, afortunadamente.
Si bien las experiencias amorosas dejan huellas imborrables en nuestras vidas es bien sabido también que aquellos amores por los que hemos sufrido nos dejan una marca más profunda, nos calan más dentro, que mejor muestra de esto que las hermosas canciones, versos y poesías construidas a partir del desamor.
¡Ah!, y es que a quién no le ha hecho falta decirle que se muere por tener algo con él o ella, pero guarda en su pecho tan bella intención tal vez por no padecer un doloroso rechazo, escogiendo en su reemplazo sufrir el calvario del silencio. Dirán que soy muy trágica al describir de esta manera el asunto, pero acaso ¿el mismo amor no es una tragedia? No falta por supuesto aquel que tuvo la dicha de disfrutar las mieles del amor antes de probar la hiel. Aquel que pudo vivir el romance pero que ahora lo atormentan los recuerdos, o aquellos que tienen cerca la persona que quieren y aun así la sienten más lejos que nunca. Bien decía García Márquez, “no hay manera peor de extrañar a alguien que estar junto a ella y no poderla tener”.
Estoy por creer que si en verdad nos sacaron del paraíso, el castigo de Dios fue: “salgan y enamórense”.
Pero que sería de la vida si fuera color de rosa, donde todo fuera sencillo y tranquilo, donde viviéramos “felices” y… aburridos. Me uno a Estanislao Zuleta en su rechazo a volver a un paraíso así, pues son esos sufrimientos, esas penas y esos bellos recuerdos lo que hace que valga la pena vivir.
Dicen por ahí que recordar es vivir, sin embargo no se puede vivir de recuerdos, la meta entonces no es olvidar, sino recordar sin más sentimiento que la alegría de haber disfrutado un buen momento.
Y no nos podemos quejar, sean amores ingratos, imposibles, tormentosos o como sean, seguirán siendo amores y seguirán viviendo con nosotros y ya que no se puede olvidar pues se debe tratar de convivir con ellos “porque amores que no mueren matan, porque amores que matan nunca mueren”.
Escrito por: Angélica María