domingo, 10 de abril de 2011

CUENTO/ Añoranzas

A través de la reja blanca veo un camino empedrado con muestras de una batalla que algún willys tuvo con el barro. A lado y lado se levantan inmensos arboles y plantas de bambú cubre algunas partes de la cerca que protege de los intrusos el cafetal vecino.
Salgo a la puerta y el viento sopla con fuerza desnudando las ramas del árbol que cada mayo amenaza con ceder ante la tradicional borrasca y desplomarse sobre mi casa.
Mi casa, cuyo frondoso jardín cubre el frente y el lado izquierdo alberga mi colección de arañas, mías por que no tiene dueño, mías por que nadie más enfrenta la cerca y entra en el cafetal a cazar grillos para ellas, mientras aprovecho el momento y robo algunas naranjas que nadie echará de menos.
Me siento en el andén de la casa deshabitada de enfrente, preparo a Catalina en su coche pues es la hora de que la muñeca yo demos el paseo matutino por el centro comercial de mi cuadra, que ofrece en sus tiendas todo lo que mi imaginación desee a un precio que solo mis monedas de juguete podrían pagar.


Empujo el coche por entre las hojas secas, estas crujen a nuestro paso. Al levantar el rostro veo algunas ramas floreciendo, me animo, se que en algunas semanas el camino estará lleno de flores y como en un cuento de hadas caminaré por una hermosa alfombra rosa.
Me detengo en la mitad del camino, cierro los ojos y siento el viento acariciar mi cara, mi madre me llama: ¡es hora de comer!
Abro los ojos, es el mismo camino, es el mismo viento, es la misma voz, pero no es el mismo lugar. Ya no. Los arboles solo cubren uno de los lados del camino, el peligro de mi casa desapareció hace algunos años, la cerca no se ve, aunque sé que esta ahí, bajo el extenso y tupido bambú, cuidando del cafetal y del naranjo.
La casa de enfrente ya tiene dueño, mi jardín es ahora de cemento y mis arañas ya no son mías, ya no son de nadie. El camino sigue empedrado pero el barro ya no esta, fue cubierto por grandes rocas que lo mejorarían para los willys que ya no pasan.
El viento sigue soplando con fuerza, los arboles que quedan ya están desnudos pero sus ramas no están floreciendo, me desanimo, sé que no volverá a florecer y que solo podre caminar por la alfombra rosa cuando vuelva por Catalina para jugar en mis recuerdos.

Escrito por: Angélica María